Nuestra Señora del Prado
Restauradora de las dos Castillas
Fundadora, Patrona y Protectora de Ciudad Real
Según un relato publicado en 1650 por Fr. Diego de Jesús María, Carmelita Descalzo, en base a otros documentos anteriores, la imagen fue venerada con anterioridad a la invasión musulmana de la península, siendo hallada en Velilla de Jiloca (Aragón) en el año 1013 por Mosén Ramón Floraz, caballero de Sancho el Mayor de Navarra. Ya en la corte de Pamplona pasó a ser llamada “Virgen de los Torneos” y tiempo después la recibió en herencia Alfonso VI, que la llevó consigo en sus campañas militares como “Virgen de las Batallas”. Tras la derrota sufrida en Zalanca (Badajoz) en la que el monarca no había llevado la imagen, ordenó a su capellán Don Marcelo Colino, que se la hiciera llegar desde Toledo. Cuando un 25 de mayo del año 1088 Colino mostró la imagen a los habitantes de Pozuelo de Don Gil (actual Ciudad Real), estos pidieron que la dejara en la aldea, a lo cual se negó. La comitiva continuó su marcha hacia el sur y al finalizar aquella jornada de viaje, se percataron de que la imagen había desaparecido. Desandando el camino, la hallaron en un prado junto a Pozuelo, donde los aldeanos habían edificado un improvisado altar, y más tarde una primera ermita en su honor.
No han faltado historiadores que, con juicio crítico, han visto en los anacronismos que contiene esta historia indicios de ser una invención creada en el contexto de las controversias y rivalidades entre las parroquias de Santa María y San Pedro, que tenían como objeto demostrar su antigüedad y prerrogativas.
Según un análisis descriptivo de la imagen realizado por Don Rafael Ramírez de Arellano, se trataba en su origen de una talla sedente datable de los siglos XIII o XIV. Más tarde, ya en el siglo XVI la escultura fue drásticamente modificada para poderla presentar de pie y vestida. Desde entonces ha mantenido, con pocas variaciones, el aspecto con el que hoy es venerada. La imagen fue destruida en 1936.
El grabado que abajo se reproduce no aporta ningún detalle del que pueda deducirse su datación ni autoría. Su singularidad estriba en que, a pesar de reproducir fielmente la iconografía tradicional de la sagrada efigie, aparece denominada con otra advocación: “Ntra. Sra. DEL CONSUELO”.
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