Retablo Mayor
Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción
Villahermosa (Ciudad Real)

En la década de 1580, a pesar de la crisis económica por la que atravesaba la villa, se encargó al escultor y arquitecto de retablos Sebastián de Solís (1550-1630), la construcción de uno para el altar mayor de la parroquia de la Asunción. Por alguna razón que hoy desconocemos, éste dio por finalizada su obra a falta de dorar y estofar. El concejo concertó su terminación con Miguel de Barroso, escultor y pintor natural de Alcázar de San Juan, por valor de 1.700 ducados. Las condiciones del contrato describían pormenorizadamente las características de los materiales y las técnicas a emplear. 

Sin embargo, el vicario del partido aceptó, sin contar con el concejo, una propuesta presentada por el maestro Alonso Páez, vecino de Villanueva de los Infantes, que presupuestaba la obra en 200 ducados menos que la propuesta de Barroso. Quedó además en evidencia que el concejo no tenía solvencia para garantizar los pagos; tan sólo contaba con las promesas del párroco, que aseguraba poder conseguir, gracias a sus influencias, los donativos necesarios. Pero la muerte de éste vino a complicar más la situación. Aunque la obra llegó a terminarse, se desconoce quién se hizo cargo finalmente de llevarla a perfección.

En sentido horizontal, el retablo se componía de una predela decorada con escenas en relieve; sobre ésta se levantaban los tres cuerpos y el ático separados por entablamentos decorados con grutescos.  En sentido vertical, se dividía en tres calles y cuatro entrecalles; en la central se disponían en sentido ascendente el tabernáculo-manifestador; la Asunción de la Virgen María, Titular del templo; la impresión de las llagas de San Francisco de Asís y por último, el Calvario. En las calles laterales se distribuían 6 tableros pintados con escenas de la vida de la Virgen. Las entrecalles estaban ocupadas por las esculturas de los 12 apóstoles, cada uno en su respectiva hornacina flanqueada por columnas. En el ático, además del calvario, se encontraban las esculturas de San Miguel Arcángel, San Esteban, San Lorenzo y San Jorge. En lo más elevado y ocupando el frontón partido, dominaba la figura de Dios Padre.

Todo el conjunto fue destruido en 1936. 

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(Fotografía: colección José María Rodríguez Rojas)